PARA LOS QUE TIENEN PRISA
Muchas veces, cuando nos introducimos en una práctica de meditación concreta, en la que se ejerce atención y se requiere calma y concentración, podemos caer en el error de querer obtener resultados de una forma rápida, y cuando esto no sucede nos desesperamos, nos frustramos y nos cuestionamos si esto sirve, si es que yo no sé meditar, o esta práctica no me sirve para los objetivos que me he planteado obtener.
Sirva de aclaración, que lo primero que tendría que hacer un practicante es cultivar la paciencia y estar dispuesto a pasar largos periodos sin que tenga que suceder nada, si no es así la práctica podrá resultar frustrante.
Cuando nos aproximamos a una práctica meditativa entroncada en la tradición budista, al principio uno se plantea ciertos objetivos, conforme vas avanzando en la práctica sin obtener esos resultados, los maestros te van aconsejando no crearse objetivos, de tal forma que al final descubres que cuanto más deseo que se produzca un resultado, más lejos estoy de él. Los resultados se manifiestan con el tiempo, sin que uno los controle, de pronto un día aparecen sin más.
La práctica tendríamos que plantearla como algo fresco, ligero como la brisa del viento, que va de acá para allá al capricho de su esencia, y no a nuestro capricho o voluntad, porque no sucederá así. Sin esperar nada ni plantear objetivos a cumplir, porque la meditación no funciona así.
Muchas veces he podido comprobar, cómo se cuestionan las prácticas meditativas al no obtener los resultados esperados en muy cortos espacios de tiempo de práctica, sin darnos cuenta que estos ejercicios se fundamentan en la paciencia y en la calma. ¿Por qué corremos tanto?, ¿por qué tanta prisa?.
Nos ofuscamos en entender, en comprender, en racionalizar, analizar, cuestionar, y cuando no entendemos, no comprendemos, no encontramos sentido después de un análisis, entonces cuestionamos. Si no conseguimos entender ciertas partes de la práctica, es mejor dejar de seguir intentando comprender, y sentarse a practicar sin más.
Qué más da lo que suceda, bueno o malo, agradable o desagradable, todo es fruto de mi mente, una mente cambiante, caprichosa, lo importante es sentarse siempre, consigamos o no consigamos aquello que tanto deseamos obtener.
Podríamos concluir haciendo la reflexión de que cuanto más y más y más deseemos obtener algo respecto a la práctica meditativa, más y más y más lejos estaremos de conseguirlo. A la mente hay que acostumbrarla a que repose en un estado de calma (Shine), suave, ligera, sin intentar controlar nada, y controlándolo todo a la vez. Si somos capaces de desear tanto algo, como para tener la motivación suficiente para despegarnos, para abandonar aquello que tanto deseamos, entonces estaremos en el camino correcto, manifestándose algún día aquello que tanto deseamos y que ya habíamos hasta olvidado.
Si queremos dar de comer a un pajarillo, cuando nos encontramos en un parque o en la naturaleza, tendremos que hacerlo mostrándole unas migas de pan, en calma, quietud y silencio, sin esperar que suceda nada, sólo así es posible que suceda y se acerque a comer, pero si le mostramos las migas de pan, hacemos gestos con las manos para llamar su atención, le gritamos para que se acerque, y le seguimos insistiendo voceando para venga a comer, casi mostrando nuestro enfado al no producirse aquello que deseamos, entonces seguro que el pajarillo cada vez estará más lejos de aproximarse a nosotros, y entonces diremos que nuestro intento de dar de comer al pajarillo, ha sido frustrante, ha generado mucha tensión y lo mejor será que abandone el parque, perdiéndonos la belleza que reside en la mera contemplación sin intervención con respecto a sus plantas, sus árboles, sus sombras y zonas soleadas, su aroma y perfumes y los seres sintientes que en él habitan.
Otros sin más, podrían decir que el pajarillo es tonto y por lo tanto me marcho que ya me he cansado.
Lo importante, sentarse, sentarse, sentarse, ocurra lo que ocurra, y respirar.
Daniel Valls
Daniel Valls
No hay comentarios:
Publicar un comentario