CAMBIANDO DE PERSPECTIVA
Supongamos que en el momento de nacer, hubieran cien cámaras apuntando hacia ti y que, durante los treinta, cuarenta, cincuenta o sesenta años de tu vida, esas cien cámaras hubieran estado filmándote. Ahora bien, es evidente que si decidieras mirar a través de una sola de ellas y dijeras: <<Esto es lo que soy, éste soy yo, éste es mi yo, ésta es mi vida o ésta es mi historia>>, estarías equivocado, porque ésa no sería más que una de las cien diferentes perspectivas de las que dispondrías. Si las cien cámaras se hallaran ubicadas en lugares diferentes, dispondrías, al menos, de cien perspectivas también diferentes y, si hubiese un número infinito de cámaras, el número de perspectivas de las que dispondrías sobre tu historia, tu vida y tu yo sería también infinito.
En realidad, disponemos de un número infinito de perspectivas, pero actuamos como si sólo tuviésemos una y nos empeñamos en contemplar, desde ella, nuestro yo y la historia de nuestra vida. Pero ésa es una ilusión o, mejor dicho, una locura. ¿Cómo podría haber una sola perspectiva?. A pesar de ello, no obstante, nos aferramos con uñas y dientes a esa visión y no dudamos en emprender, en su nombre, todo tipo de guerras. Cuando creemos que la perspectiva a la que tanto nos aferramos es la única correcta, no tenemos empacho alguno en desenterrar el hacha de guerra y emprender un conflicto. Preferimos morir y tener razón a ser felices y estar equivocados, razón por la cual las relaciones interpersonales resultan tan conflictivas y son tantas las guerras y conflictos que nos salpican. Esto es una auténtica locura, un caos.
Si estuviéramos dispuestos a mirar a través de esas cien cámaras, dispondríamos de cien visiones diferentes de nosotros mismos y nos daríamos cuenta de que ninguna de ellas, aisladamente considerada, es la correcta. La visión correcta, dicho en otras palabras, no existe, porque todas las visiones son limitadas y parciales y no hay ninguna visión concreta que sea la correcta.
Ésa fue, precisamente, la enseñanza fundamental impartida por el Buda, llamada el Noble Sendero Óctuple, cuando dijo:<<He descubierto la Visión Correcta>>, que consiste en no tener ninguna visión correcta, es decir, en darse cuenta de que todas las visiones están limitadas y que ninguna visión en particular es la única. Todas las visiones están limitadas, todas son fragmentarias y parciales. La visión verdadera es, de hecho, la no-visión.
Por ello es tan importante aprender, desde el mismo comienzo, a cambiar de perspectiva. Ése es uno de los aprendizajes más interesantes de nuestra vida. Si imaginamos, por un momento, que en la próxima ocasión que discutamos con nuestra pareja o con nuestro amigo, fuéramos capaces de renunciar a nuestra visión y de abrirnos a la posibilidad de que existan otras perspectivas diferentes sobre la misma situación, que bien podría ser la de mi pareja o amigo, en ese mismo instante nos liberaríamos del problema. Entonces podríamos conectar mucho más fácilmente con la visión de los demás, lo que es, precisamente, lo contrario de lo que solemos hacer, que es quedarnos atrapados en nuestra visión y condenarnos así a sufrir las consecuencias derivadas de esa identificación.
“Gran Mente, Gran Corazón”
Maestro Zen Dennis Genpo Merzel