martes, 10 de noviembre de 2015


36 AÑOS DESPUÉS


Hace36 años, en 1979 y cuando yo tenía 18 años, en los albores de todo un movimiento social de pensamiento, movimiento hippie, militancias políticas y sociales, objeción de conciencia y antimilitarismo, e inquietudes filosóficas y espirituales, un amigo de Murcia me invitó a una charla que daba una monja zen en un lugar de la sierra de Murcia. En aquél momento la meditación comiendo como el sentarse en un zendo y no hacer nada, tan solo respirar sentado de cara a la pared, me pareció un tostón mayúsculo.
Con 18 años
Al año siguiente volvieron a invitarme a pasar una noche en una cabaña en el mismo lugar. La cabaña se encontraba en lo más profundo de la sierra, solitaria y escondida entre el bosque de pinos. Lo gestionaban unos sacerdotes católicos, que curiosamente eran practicantes zen, y además de la cabaña existía una casa antigua con comedor y alguna habitación, así como un zendo para meditación y dos casitas de aproximadamente 6 m2 en las que vivían como ermitañas dos monjas católicas. Aquello lo asumí como parte de mi preparación para aprender a estar solo ya que mi intención era marcharme de casa de mis padres y buscar la independencia viajando como hippie y viviendo en comunas agrícolas y autárquicas.
En el centro casas de oración
Al igual que la experiencia el año anterior con la monja zen, aquello me pareció insostenible, pase más miedo que un tonto yo solo, aislado del resto del mundo en aquella cabaña austera y sin nada, e imaginando en la negrura de la noche que cualquier ruido o sonido significaba que alguien vendría a comerme. Mi único deseo en aquel momento era que amaneciera para marcharme de aquel lugar lo más rapidamente posible, ni que decir que no pegue ojo en toda la noche, una noche de vigilia e interminable hasta que empezó a amanecer y salí de allí “escopetao”, como se suele decir.
Casas de oración


Nunca volví a aquel lugar hasta este fin de semana pasado, 36 años después. Unos amigos, compañeros de darma, me invitaron a realizar un retiro de silencio de tres días, y el componente de realizarse en aquel lugar fue un valor añadido a la experiencia de tomar contacto con el silencio interior de uno mismo, y el de compartir ese silencio con los demás.
Ermitas

Curiosamente al llegar al lugar los recuerdos empezaron a bombardear mi cabeza, todo seguía igual, las casitas de las monjas, el zendo, la casa grande con el comedor y la cocina, el bosque. 

Luis es la persona que mantiene este sitio encantador y mágico, y no me pude resistir a comentarle que 36 años antes yo había estado allí, y pregunté si seguía existiendo aquella casita cueva en la que pasé aquella noche tan larga y negra, y mi sorpresa fue descubrir que efectivamente seguía allí, así que me facilitó la llave y salí en busca de aquel lugar, me introduje en el sendero y caminando los recuerdos surgían incesantemente, veloces e intensos, hasta que de pronto observé la
Zendo, lugar de meditación
estructura semioculta, el tejado con la cubierta de tierra y las pequeñas plantas que crecían en él, las paredes de piedra, el geranio a la derecha de la puerta que habiendo sido podado múltiples veces todavía seguía allí con sus flores, increíble y emocionante. Al introducir la llave y un momento antes de empujar la puerta para abrirla, me contuve un instante recordando la disposición de su interior para poder comprobar si seguía todo igual, y cuál fue mi sorpresa descubrir que efectivamente, todo seguía igual, a la derecha el camastro, a la izquierda una vieja silla de mimbre, la chimenea tapiada, y una
Senda a la casa cueva
repisa en la que habían depositado una pequeña cruz y alguna vela. En ese momento me vino a la cabeza que la impermanencia y la transitoriedad se habían olvidado de aquel lugar, hasta la colcha sobre el camastro parecía la misma. El lugar estaba exento de este principio tan humano y tan uviversal, “todo pasa, nada es para siempre”. En ese momento giré la cabeza hacia la izquierda, en la pared había un pequeño espejo y al verme reflejado se me encendió la lucecita, ¿que no existía la transitoriedad y la impermanencia?, jejeje.

Casa cueva para retiros
Al final tuve la experiencia que en lo más profundo nada seguía igual, desde la calma, desde la paz interior y la tranquilidad, la transitoriedad e impermanencia son leyes universales de las que nada ni nadie escapa.
Interior de la casa cueva