Mindfulness - Meditación de Atención Consciente (4)
La actitud ante la práctica meditativa.
La mente es un conjunto de eventos en lo que el observador interviene cada vez que mira en su interior. La meditación es una observación participativa, y lo que vemos es una respuesta al proceso de nuestra misma observación. Cuando nos vemos a nosotros mismos, lo que vemos también depende del modo en que lo observamos. Así pues, el proceso de la meditación es extraordinariamente delicado, y su resultado depende fundamentalmente del estado mental del meditador. Las siguientes actitudes son esenciales para el éxito de la práctica.
1º.- No esperes nada especial. Siéntate sencillamente a observar lo que sucede. No te pongas nervioso por ningún tipo de resultado. La conciencia meditativa trata de ver la realidad exactamente tal cual es. Independientemente de que se corresponda o no con nuestras expectativas. Despójate, durante la meditación, de todas tus imágenes, opiniones e interpretaciones porque, de otro modo, acabarán convirtiéndose en un obstáculo.
2º.- No fuerces. No fuerces nada ni hagas tampoco esfuerzos exagerados. La meditación no es agresiva. Que el empeño sea, en este sentido, perseverante y relajado.
3º.- No te apresures. No hay ninguna prisa, de modo que tómate el tiempo necesario. Siéntate en el cojín como si dispusieras de todo el día. Las cosas realmente valiosas necesitan tiempo para desarrollarse. Paciencia, paciencia y más paciencia.
4º.- No te aferres a nada ni rechaces nada. Acepta todo lo que se presente y, sea lo que sea, adáptate a ello. Está bien si aparecen imágenes mentales positivas y también está bien si aparecen imágenes negativas. Siéntete cómodo con todo lo que suceda, y contémplalo con ecuanimidad. No luches con tu experiencia. Obsérvala sencillamente con plena conciencia.
5º.- Suelta. Aprende a fluir con todos los cambios que se presenten. Aflójate y relájate.
6º.- Acepta todo lo que se presente. Acepta tus sentimientos, aun aquellos que te desagradan. Acepta tus experiencias, incluidas las que más te molesten. No te condenes por tus errores ni por tus fracasos humanos. Ejercita la aceptación desinteresada de todo lo que experimentes.
7º.- Sé amable contigo. Se bondadoso contigo mismo.
8º.- Investígate a ti mismo. Duda de todo. No des nada por sentado. No creas en lo que escuches por el mero hecho de que te parezca sabio o piadoso o porque lo haya dicho un hombre sabio. Contempla las cosas por ti mismo. No significa que adoptemos una actitud cínica, imprudente o irrespetuosa, sino tan solo que la actitud debe ser empírica. Somete cualquier afirmación a la prueba de tu propia experiencia, y deja que los resultados sean tu guía hacia la verdad.
9º.- Contempla todos los problemas como retos. Considera las cosas negativas que se presenten como una oportunidad para desarrollarte y aprender. Si surge un problema, perfecto. Todo es útil. Alégrate y sumérgete en él e investiga.
10º.- No reflexiones. No tienes que deducir nada. El pensamiento discursivo no te liberará de la trampa. La mente se purifica durante la meditación, gracias a la atención plena y desnuda, más allá de las palabras. Lo único que necesitamos es la percepción clara y no conceptual de lo que son y del modo en que funcionan.
11º.- No subrayes las diferencias. Las diferencias entre las personas existen, pero centrarte en ellas es un proceso peligroso que, tratado de una forma inadecuada, desemboca directamente en el egoísmo. Comparamos nuestro aspecto, éxitos, logros, riqueza, posesiones y coeficiente intelectual con los demás, lo que desemboca en el estado consiguiente de enajenación, distanciamiento interpersonal y malos sentimientos.
La tarea del meditador consiste en acabar con este inútil hábito. Así, en lugar de centrarse en las diferencias que le separan de los demás, el meditador se adiestra en reconocer las similitudes que le acercan a ellos. Para ello centra su atención en los factores universales a toda forma de vida, es decir, en las cosas que nos unen. De ese modo, las comparaciones, si las hay, no despiertan sentimientos de enajenación, sino de fraternidad.
El procedimiento recomendado es el siguiente: cuando percibimos cualquier objeto sensorial, no nos ocupamos de él del modo egoísta habitual, sino que nos centramos, en su lugar, en el mismo proceso de la percepción. Observamos la reacción que provoca en nuestros sentidos y en nuestra percepción. Observamos las sensaciones que emergen y la actividad mental que le sigue. Observamos los cambios que, como resultado, se producen en nuestra conciencia.
La percepción inicial puede movilizar sensaciones agradables, desagradables o neutras. Este es un fenómeno universal que ocurre en la mente, y que debemos ver muy claramente. Son varias las reacciones que pueden acompañar a esas sensaciones. Podemos sentir codicia, deseo sexual o celos. Podemos sentir miedo, preocupación, inquietud o aburrimiento. Esas reacciones son también universales. Debemos sencillamente advertirlas y generalizarlas. Debemos darnos cuenta de que esas reacciones son respuestas humanas normales y pueden en consecuencia, aparecer en cualquiera de nosotros. Entonces es cuando como resultado de todo ello, nos convertimos en personas mucho más comprensivas. Ya no nos molestan tanto los “defectos” de los demás. Así es como nos acercamos y armonizamos con toda forma de vida.
"El libro del Mindfulness", Bhante Henepola Gunaratana. Edit. Kairos - 2012
"Mindfulness para la felicidad", Ruth A. Baer. Edit. Urano - 2014