lunes, 26 de octubre de 2015


Mindfulness - Meditación de Atención Consciente (4)

La actitud ante la práctica meditativa.

La mente es un conjunto de eventos en lo que el observador interviene cada vez que mira en su interior. La meditación es una observación participativa, y lo que vemos es una respuesta al proceso de nuestra misma observación. Cuando nos vemos a nosotros mismos, lo que vemos también depende del modo en que lo observamos. Así pues, el proceso de la meditación es extraordinariamente delicado, y su resultado depende fundamentalmente del estado mental del meditador. Las siguientes actitudes son esenciales para el éxito de la práctica.

1º.- No esperes nada especial. Siéntate sencillamente a observar lo que sucede. No te pongas nervioso por ningún tipo de resultado. La conciencia meditativa trata de ver la realidad exactamente tal cual es. Independientemente de que se corresponda o no con nuestras expectativas. Despójate, durante la meditación, de todas tus imágenes, opiniones e interpretaciones porque, de otro modo, acabarán convirtiéndose en un obstáculo.

2º.- No fuerces. No fuerces nada ni hagas tampoco esfuerzos exagerados. La meditación no es agresiva. Que el empeño sea, en este sentido, perseverante y relajado.

3º.- No te apresures. No hay ninguna prisa, de modo que tómate el tiempo necesario. Siéntate en el cojín como si dispusieras de todo el día. Las cosas realmente valiosas necesitan tiempo para desarrollarse. Paciencia, paciencia y más paciencia.

4º.- No te aferres a nada ni rechaces nada. Acepta todo lo que se presente y, sea lo que sea, adáptate a ello. Está bien si aparecen imágenes mentales positivas y también está bien si aparecen imágenes negativas. Siéntete cómodo con todo lo que suceda, y contémplalo con ecuanimidad. No luches con tu experiencia. Obsérvala sencillamente con plena conciencia.

5º.- Suelta. Aprende a fluir con todos los cambios que se presenten. Aflójate y relájate.

6º.- Acepta todo lo que se presente. Acepta tus sentimientos, aun aquellos que te desagradan. Acepta tus experiencias, incluidas las que más te molesten. No te condenes por tus errores ni por tus fracasos humanos. Ejercita la aceptación desinteresada de todo lo que experimentes.

7º.- Sé amable contigo. Se bondadoso contigo mismo.

8º.- Investígate a ti mismo. Duda de todo. No des nada por sentado. No creas en lo que escuches por el mero hecho de que te parezca sabio o piadoso o porque lo haya dicho un hombre sabio. Contempla las cosas por ti mismo. No significa que adoptemos una actitud cínica, imprudente o irrespetuosa, sino tan solo que la actitud debe ser empírica. Somete cualquier afirmación a la prueba de tu propia experiencia, y deja que los resultados sean tu guía hacia la verdad.

9º.- Contempla todos los problemas como retos. Considera las cosas negativas que se presenten como una oportunidad para desarrollarte y aprender. Si surge un problema, perfecto. Todo es útil. Alégrate y sumérgete en él e investiga.

10º.- No reflexiones. No tienes que deducir nada. El pensamiento discursivo no te liberará de la trampa. La mente se purifica durante la meditación, gracias a la atención plena y desnuda, más allá de las palabras. Lo único que necesitamos es la percepción clara y no conceptual de lo que son y del modo en que funcionan.

11º.- No subrayes las diferencias. Las diferencias entre las personas existen, pero centrarte en ellas es un proceso peligroso que, tratado de una forma inadecuada, desemboca directamente en el egoísmo. Comparamos nuestro aspecto, éxitos, logros, riqueza, posesiones y coeficiente intelectual con los demás, lo que desemboca en el estado consiguiente de enajenación, distanciamiento interpersonal y malos sentimientos.

La tarea del meditador consiste en acabar con este inútil hábito. Así, en lugar de centrarse en las diferencias que le separan de los demás, el meditador se adiestra en reconocer las similitudes que le acercan a ellos. Para ello centra su atención en los factores universales a toda forma de vida, es decir, en las cosas que nos unen. De ese modo, las comparaciones, si las hay, no despiertan sentimientos de enajenación, sino de fraternidad.

El procedimiento recomendado es el siguiente: cuando percibimos cualquier objeto sensorial, no nos ocupamos de él del modo egoísta habitual, sino que nos centramos, en su lugar, en el mismo proceso de la percepción. Observamos la reacción que provoca en nuestros sentidos y en nuestra percepción. Observamos las sensaciones que emergen y la actividad mental que le sigue. Observamos los cambios que, como resultado, se producen en nuestra conciencia.

La percepción inicial puede movilizar sensaciones agradables, desagradables o neutras. Este es un fenómeno universal que ocurre en la mente, y que debemos ver muy claramente. Son varias las reacciones que pueden acompañar a esas sensaciones. Podemos sentir codicia, deseo sexual o celos. Podemos sentir miedo, preocupación, inquietud o aburrimiento. Esas reacciones son también universales. Debemos sencillamente advertirlas y generalizarlas. Debemos darnos cuenta de que esas reacciones son respuestas humanas normales y pueden en consecuencia, aparecer en cualquiera de nosotros. Entonces es cuando como resultado de todo ello, nos convertimos en personas mucho más comprensivas. Ya no nos molestan tanto los “defectos” de los demás. Así es como nos acercamos y armonizamos con toda forma de vida.

"El libro del Mindfulness", Bhante Henepola Gunaratana. Edit. Kairos - 2012
"Mindfulness para la felicidad", Ruth A. Baer. Edit. Urano - 2014

jueves, 8 de octubre de 2015




Mindfulness - Meditación de Atención Consciente (3)

¿Qué es la meditación? 

Casi todas las culturas del planeta han generado algún tipo de práctica mental a la que podríamos calificar como meditación. 

Dentro de la tradición judeocristiana existen dos prácticas llamadas oración y contemplación. La oración se dirige hacia una entidad espiritual, mientras que la contemplación, por su parte, consiste en pensar de manera consciente, durante un tiempo prolongado, sobre un determinado tema, habitualmente un pasaje de las escrituras o un ideal religioso. Ambas son, desde un punto de vista del cultivo mental, prácticas de concentración porque, en ellas, el torrente habitual de pensamientos queda circunscrito y la mente se encauza hacia una dimensión de operación consciente. Estas prácticas provocan los mismos resultados que las prácticas de concentración, es decir, una calma profunda, una ralentización fisiológica del metabolismo y una sensación de paz y bienestar.

De la tradición hindú viene la meditación yógica o trascendental, que también es fundamentalmente concentrativa. Su ejercicio básico tradicional consiste en centrar la mente en un solo objeto.

En la tradición budista se valora también muy positivamente la concentración, pero le añade un elemento nuevo y muy importante, la conciencia. El objetivo de toda meditación consiste en desarrollar la conciencia utilizando la concentración como herramienta dirigida hacia ese objetivo. Hay tradiciones en las que se utilizan dos caminos diferenciados; El primero de ellos consiste en sumergirse directamente en la conciencia mediante la fuerza de la voluntad. Uno se sienta y sencillamente se sienta, es decir, se despoja de todo excepto de la pura conciencia de estar sentado. El segundo enfoque consiste en sacar la mente del pensamiento consciente y ubicarla en un estado de conciencia pura.

Otra vía meditativa corresponde a entender que el pensamiento consciente es, al menos en el sentido en que habitualmente lo utilizamos, una manifestación del ego, es decir, del “yo” que creemos ser. Se trata de alcanzar la conciencia pura destruyendo esta imagen del ego, y lo logra a través del proceso de visualización. Al meditador se le proporciona una determinada imagen u objeto sobre la que meditar, y debe hacerlo abandonando completamente su identidad, y revistiéndose de la nueva hasta acabar transformándose en ella misma.

Vipassana es la más antigua de todas las prácticas meditativas, y consiste en el cultivo directo y gradual de la atención plena o de la conciencia pura. La atención del meditador se ocupa de examinar cuidadosamente los diferentes aspectos de su propia existencia y se entrena en la toma de conciencia de su experiencia vital.

Es una escucha atenta, una mirada atenta y una observación atenta que nos enseña a oler y tocar plenamente, y a prestar atención verdadera a los cambios que se producen en todas nuestras experiencias. De ese modo, aprendemos a escuchar nuestros pensamientos sin quedarnos atrapados en ellos.

El objetivo del Mindfulness o Vipassana consiste en aprender a ver las verdades de la impermanencia, la insatisfacción y la ausencia de identidad de los fenómenos, así como de darnos cuenta de que no nos damos cuenta.

El proceso de Mindfulness nos ayuda a cobrar conciencia. Entonces despertamos a lo que la vida es, más allá del incesante desfile de subidas y bajadas. Además es una forma de entrenamiento mental que te enseña a experimentar el mundo de un modo completamente nuevo, dándote cuenta por primera vez de lo que realmente está sucediendo en ti, a tu alrededor y en tu interior. Empleando una modalidad especial de percepción llamada atención plena, aprendemos a ver la realidad tal cual es.

Normalmente no vemos lo que se encuentra ante nosotros, sino que contemplamos la vida a través de un filtro de pensamientos y conceptos que erróneamente tomamos por la realidad. Y la verdadera satisfacción solo llega cuando relajamos el deseo compulsivo de comodidad. Cuando dejamos de correr en busca de gratificación asoma la verdadera belleza de la vida.

Muchas veces hemos comentado y asentido haciendo referencia, a que los seres humanos vivimos de un modo muy peculiar. A pesar de que, a nuestro alrededor, todo esté cambiando de continuo, vivimos como si las cosas fueran permanentes. El proceso del cambio es constante y eterno, y tampoco prestamos la adecuada atención a esto, hasta que un buen día, sin embargo, nos damos cuenta de que nuestro cuerpo está decrépito, duelen las articulaciones, las rodillas, las cosas de nuestro alrededor han envejecido y deteriorado, entonces nos lamentamos. Pero ¿de dónde viene todo ese dolor? De nuestra falta de atención, porque fuimos incapaces de observar directamente la vida. Fracasamos en advertir mientras sucedía, el continuo flujo del mundo. Levantamos un complejo conjunto de construcciones mentales – “yo”, “el libro”, “el edificio”, etcétera, creyendo que se trataba de entidades sólidas y reales y suponiendo que durarían siempre. Ahora tenemos la oportunidad de conectar con el cambio continuo y aprender a percibir la vida como un flujo de cosas condicionadas. 

Pero lo que aprendimos, también puede ser desaprendido. Y el primer paso consiste en darnos cuenta de lo que hacemos mientras lo estamos haciendo, es decir, consiste en dar un paso atrás y observar en silencio.

Los seres humanos tenemos, según la visión de algunas tradiciones de meditadores, una percepción de la vida equivocada, tomamos la causa del sufrimiento como si de la felicidad se tratara. La causa del sufrimiento es el síndrome del deseo y la aversión. Apenas aflora una percepción – que puede ser cualquier cosa, desde una hermosa muchacha hasta un hombre apuesto, un velero, el aroma del pan recién salido del horno o un camión dirigiéndose hacia nosotros a toda velocidad-, lo primero que hacemos es reaccionar al estímulo asociándolo a una sensación. 

Pongamos por ejemplo el caso de la preocupación. Nos pasamos la vida preocupándonos. Pero la preocupación es un proceso que discurre atravesando una serie de pasos. La ansiedad no es tan solo un estado de la existencia, sino un proceso, y tenemos que contemplar el inicio mismo de este proceso, sus estadios iniciales, antes de que cobre fuerza. 

El primer eslabón de la cadena de la preocupación es la reacción de identificación o rechazo. Apenas aflora en nuestra mente un fenómeno, tratamos inmediatamente de aferrarnos a él o rechazarlo. Esto es lo que pone en marcha la respuesta de preocupación. Afortunadamente, siempre llevamos con nosotros una herramienta – llamada meditación – a la que podemos recurrir para poner fin a ese proceso.

La meditación Vipassana nos enseña a contemplar con gran precisión nuestros procesos perceptuales. Nos enseña a observar, de un modo sereno e imparcial, la emergencia del pensamiento y de la percepción. Nos enseña a ver nuestras reacciones sin quedarnos atrapados en ellas. Así es como va desvaneciéndose gradualmente la naturaleza obsesiva del pensamiento. Y este distanciamiento de la naturaleza obsesiva del pensamiento nos proporciona una nueva visión de la realidad; “ver las cosas como realmente son”.

La práctica meditativa es un ejercicio que nos abre a un conjunto de prácticas graduales por las que accedemos a una nueva visión de la realidad tal como es. Esta nueva realidad va acompañada de una nueva visión del aspecto más central de la realidad, es decir el “yo”. Una inspección más detenida revela que hemos hecho con el “yo”, lo mismo que con todas las demás percepciones, tomar un torbellino continuo de pensamientos, sentimiento y sensaciones y consolidarlo como una construcción mental. Después le añadimos una etiqueta que dice “yo” y, separándolo de todo lo demás, lo hemos tratado como una entidad estática y duradera. 

Ignoramos nuestra conexión inherente con todo y decidimos que “yo” tengo que conseguir más cosas para “mi”.

El universo entero cambia cuando se disipa la ilusión de ese concepto. Pero no es algo fácil de conseguir, no es algo que se puede lograr de la noche a la mañana. Puesto que hemos estado toda la vida creando ese concepto y reforzándolo, con el paso de los años, con cada pensamiento, cada palabra y cada acción, no podemos esperar que se evapore en un instante.

El concepto del “yo” es un proceso. Es algo que creamos de continuo. Vipassana nos enseña a darnos cuenta de lo que estamos creando y de cuándo y cómo lo creamos.

El meditador que siga el camino hasta el final, logrará una salud mental perfecta, un amor puro hacia todo lo que vive y la cesación completa del sufrimiento.

Los beneficios son inmediatos y van acumulándose con el paso del tiempo. Cuanto más te sientas a meditar, más aprendes sobre la naturaleza real de la existencia. Cuantas más horas pasamos meditando, mayor es nuestra capacidad para observar atentamente cada impulso, cada intención, cada pensamiento y cada emoción tal y como se presenta en nuestra mente.

No existe regla obligatoria alguna a la que debamos atenernos, más que nuestro deseo de contemplar la cualidad verdadera de la vida, y de enriquecer nuestra existencia y la de los demás.

La meditación Mindfulness o Vipassana es fundamentalmente experimental, no teórica. No se trata de que te sientes a tener pensamientos sublimes sobre la vida, de lo que se trata es de vivir. Por ello se dice que la meditación Vipassana consiste, más que cualquier otra cosa, en aprender a vivir.

"El libro del Mindfulness", Bhante Henepola Gunaratana. Edit. Kairos - 2012
"Mindfulness para la felicidad", Ruth A. Baer. Edit. Urano - 2014