El
mindfulness y sus beneficios para el cerebro
Dar
una definición de mindfulness es complicado. Según el Instituto Mindfulness,
esta es la causa por la que se sigue utilizando el término en inglés, sin
equivalente en español. Aún así, se suele definir como la capacidad de prestar
total atención al momento presente sin juzgar las experiencias internas o
externas que nos rodean. Y cuando decimos “no juzgar” nos referimos a evitar
esa tendencia de la mente a intentar comprender todo lo placentero y alejar todo
lo doloroso. El objetivo es conseguir un estado conciencia plena que nos
permita relacionarnos con lo que ocurre dentro de nosotros sin juzgarlo
positiva o negativamente.
En
los últimos años, el interés por la práctica del mindfulness ha ido aumentando
entre la población, lo que ha empujado a la realización de estudios sobre sus
efectos en la salud. Gracias a las investigaciones realizadas, se descubre que
su práctica tiene numerosos beneficios y que mejora la salud física, mental y
emocional. Físicamente, reduce el cortisol y la presión arterial y aumenta el
sistema inmunológico; cognitivamente, disminuye la rumiación (lo que comúnmente
conocemos como “comerse la cabeza”) y aumenta la capacidad de atención;
emocionalmente, reduce la reactividad emocional y mejora la resiliencia o
capacidad de recuperación.
A
pesar de que muchos de los estudios sobre mindfulness son preliminares,
empiezan a dejar ver los poderosos beneficios que tiene para la salud. Por
ejemplo, el mindfulness mejora nuestra habilidad para gestionar emocionalmente
situaciones complicadas y cambia la forma en la que nos vemos a nosotros
mismos, mejorando nuestra autoestima. Pero estos estudios, además, muestran
cómo la práctica regular de esta actividad puede cambiar significativamente el cerebro
de las personas en poco tiempo.
¿Qué
tipo de cambios se producen?
El
entrenamiento en mindfulness genera un impacto notable en el sistema límbico,
centro de las emociones del cerebro. En concreto, reduce la actividad en la
amígdala, la región del cerebro que determina cuánto estrés experimentamos,
y esto es básico para modular nuestras
respuestas de miedo. Por ejemplo, las personas con una amígdala muy activa son
más tendentes a la depresión y la ansiedad.
El
estudio ‘Stress reduction correlates with structural charges in the amygdala’
muestra como, tras ocho semanas de meditación mindfulness los participantes del
estudio vieron reducido el núcleo basolateral derecho de la amígdala,
relacionado con los estados de ira. Su reducción se asociaba con la percepción
de menores niveles estrés por parte de los sujetos. O sea, que en ocho semanas,
los participantes en el estudio fueron capaces de cambiar fisiológicamente su
cerebro y reducir sus niveles de estrés. Dos meses. Nada más.
Por
otro lado, la meditación mindfulness aumenta el funcionamiento de la corteza
prefrontal. En concreto, aumenta el funcionamiento en la corteza cingulada
anterior, una parte del cerebro conectada con el córtex prefrontal relacionado
con la empatía y la toma de decisiones. Gracias a esto, los sujetos del estudio
mostraban mayor estabilidad emocional y menor reactividad (nuestra respuesta
emocional involuntaria a una situación).
Además,
investigaciones en neurociencia también han demostrado que el mindfulness
cambia el modo en el que nos vemos a nosotros mismos. Solemos emplear, en
general, muchas horas de nuestro día analizando nuestra vida. Nos obsesionamos
con el futuro o nos recreamos en situaciones del pasado, lo que nos trae en la
mayoría de los casos pobres resultados emocionales. Practicar mindfulness nos
obliga a centrarnos en el presente, a ser conscientes de qué siente el cuerpo
“ahora mismo”. Nos alejamos del pensamiento sobre cómo debería ser nuestra vida
para acercarnos a cómo es. Y al hacer este ejercicio aprendemos a sentimos
mejor.
Sin
lugar a dudas, podemos decir que el mindfulness es una oportunidad para
fortalecer y mejorar nuestro cerebro. Es como apuntarlo al gimnasio. Y lo mejor
de todo, es que no necesitas emplear horas para beneficiarte de sus resultados.
Los estudios demuestran que entre 5 y 10 minutos diarios son suficientes. Eso
sí, igual que si vas al gimnasio únicamente una vez a la semana no esperas
obtener grandes y rápidos resultados, lo mismo ocurre con el mindfulness. Es
fundamental practicarlo cada día, pero, a cambio, puedes hacerlo en cualquier
momento y lugar.